El pasado verano nos matriculamos en este máster con una nube de dudas sobre nuestras cabezas y con el hormigueo en el estómago que provocan los retos venideros, sin saber del todo hacia qué nos adentrábamos.
Víctor Pineda. El árbol de la vida en espiral. En Flikr. |
En nuestros esquemas iniciales no existían todas estas funciones del profesor que hemos ido aprendiendo y que aún nos quedan por descubrir. Nos ha marcado mucho el estudio del concepto de escuela inclusiva, en el que se acepta a todos y cada uno de los adolescentes independientemente de sus características. Ésta, aunque al principio nos parecía una idea un tanto utópica, se ha convertido en uno de nuestros objetivos para cuando ejerzamos el oficio. Hemos estudiado la evolución de la integración de personas con distintas capacidades en la sociedad y vemos que llevamos una línea tremendamente positiva. Por tanto, tenemos confianza en que nuestro trabajo puede ser de gran utilidad y muy positivo para el correcto desarrollo de todas las personas con las que trabajemos.
Para completar muchas de las asignaturas, nos ha sido requerido el trabajo grupal y el uso de herramientas TIC. Hemos podido comprobar por nosotros mismos la efectividad de algunas de estas como los documentos de Google Drive, para trabajar online desde cualquier lugar y a cualquier hora. El uso de twitter, además de para estar al día del trabajo de los demás, nos ha permitido descubrir el potencial que tiene en cuanto a la enorme cantidad de información que se puede extraer de allí y la capacidad de síntesis que exige. A este último, lo complementa perfectamente el navegar a través blogs de interés. La experiencia con estas herramientas no ha sido sólo productiva por el concepto que en sí suponen, sino porque nos ha permitido colaborar y compartir experiencias con el resto de compañeros. Sin duda, este ha sido el aspecto más enriquecedor de todo este "embrollo".
Todo ello sumado a los métodos de evaluación por competencias han supuesto una reestructuración de nuestro concepto de profesor ideal. Nuestra experiencia como alumnos nos ha formado la imagen de un profesor que ejercía un papel hierático en el cual los alumnos eramos actores secundarios. Memorizar, vomitar sobre un papel, olvidar. Y así hemos ido pasando cursos hasta llegar aquí. ¿Es realmente lo que queremos como docentes? Claramente no. No queremos reproducir ese prototipo de profesor sino que queremos implicarnos en la experiencia docente que protagonizan los alumnos y en el cual nos tendremos que implicar de manera plena. Queremos ser un referente, un guía y una herramienta más para nuestros futuros alumnos, formando parte de su desarrollo académico y personal. Y decimos personal porque uno de los aspectos que más nos ha impactado en estos meses es la importancia que debemos dar al aspecto emocional del alumnado. Es de vital importancia que el adolescente sea comprendido y escuchado, ya que se encuentran en una etapa de la vida en la que están desarrollando su personalidad. Debemos estar ahí para su beneficio, dejando atrás el papel de juez y verdugo que algunos docentes ostentan.
Creemos con convicción en una educación que, poco a poco, elimine las barreras selectivas y apueste por un modelo constructivo en el cual los ABP sean protagonistas. Este método nos ha permitido ver un modelo educacional totalmente distinto cuyo potencial parece no tener límites. Educar a través de ABP supone un reto que queremos emprender y del cual podemos llegar a crecer muchísimo.
Queremos, por tanto, eclosionar como profesores del siglo XXI, y para ello deberemos trabajar desde el cambio y con la ilusión de caminar hacia una meta que se presenta utópica.