Que la
sociedad está viva y los tiempos cambian es algo sabido por todos,
pero es también vox populi que esta constante mutación no siempre
va acompañada por las instituciones en las que se desenvuelve. Es el
caso de la educación en España, que ante un
ente socioeconómico y cultural cambiante no ha sabido
dar, todavía, con la tecla adecuada. El último remiendo
legislativo, la LOMCE, ha hecho hincapié en un concepto fundamental
pero con cierto tinte ambiguo como es la competencia clave y que Antoni Zabala define como la “capacidad de
hacer frente a situaciones adversas de manera eficaz” (p.43-44). Estas
competencias pueden ser sociales, personales, interpersonales y
profesionales, lo cual implica que la educación debe ir más allá
de la transmisión de conocimientos teóricos.
Parece una premisa fundamental el preparar a los niños y adolescentes para la vida, algo lógico en un principio y que sin embargo abre un viejo debate que plantea la dicotomía “educación tradicional – educación constructiva”, de la que ya hablamos en la entrada anterior. Tenemos claro que los alumnos que salen del centro de enseñanza secundaria deberían ser personas capaces de integrarse de manera efecetiva en la sociedad, y para ello es preciso proponer una enseñanza distinta a la que reina actualmente. A pesar de ello conviene no demonizar la tradición que pone en primera linea de aprendizaje la base teórica no necesariamente ligada a la práctica. No se trata, pues, de desterrar la teoría para aplicar sólo la práctica, ya que son interdependientes.
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De MERIT CAMPUS, en Flikr |
Parece una premisa fundamental el preparar a los niños y adolescentes para la vida, algo lógico en un principio y que sin embargo abre un viejo debate que plantea la dicotomía “educación tradicional – educación constructiva”, de la que ya hablamos en la entrada anterior. Tenemos claro que los alumnos que salen del centro de enseñanza secundaria deberían ser personas capaces de integrarse de manera efecetiva en la sociedad, y para ello es preciso proponer una enseñanza distinta a la que reina actualmente. A pesar de ello conviene no demonizar la tradición que pone en primera linea de aprendizaje la base teórica no necesariamente ligada a la práctica. No se trata, pues, de desterrar la teoría para aplicar sólo la práctica, ya que son interdependientes.
Dado que la virtud está en el punto medio, debemos lanzarnos hacia el reto de favorecer un aprendizaje significativo sin dejar de lado el marco teórico, ese monumento bibliográfico del que se exije un aprendizaje mecánico. Sin embargo, no resulta en absoluto sencillo impartir una educación que baile con ambos conceptos y que, como finalidad, alcance el objetivo de las distintas competencias. La constante formación del profesorado, tanto impulsada desde las instituciones gubernamentales como desde sectores más locales, podría permitir al docente la disposición de más herramientas para innovar en su trabajo. Porque la enseñanza de las competencias no pasa únicamente por la aplicación de los libros de texto en las aulas: abarca el aspecto emocional de los alumnos, el contexto en el que se trabaja, la motivación, la base de conocimientos de los propios alumnos, etc. Si queremos que nuestros alumnos alcancen estas competencias, nosotros como docentes deberemos ser también competentes.
Tal vez
para alcanzar semejante meta debamos mirar atrás de manera reflexiva
y comprender los aspectos positivos y negativos de cada técnica
docente, de manera que podamos construir nuevas ideas que sirvan de
trampolín al alumnado. Así mismo, la práctica docente debe verse
respaldada por todo el equipo educativo, desde los centros a las
instituciones, y fijar objetivos comunes con el fin de marchar hacia
una educación más completa y profunda, una educación del sigloXXI.
Fuente: Zabala y Arnau (2009). 11 ideas clave. Como aprender y enseñar competencias. Barcelona: Graó.
Fuente: Zabala y Arnau (2009). 11 ideas clave. Como aprender y enseñar competencias. Barcelona: Graó.